He recibido la amable invitación de Quintín Garrido
para participar en el proyecto “Easy Pieces” sobre aspectos esenciales de
nuestro pasado que despertaron en nosotros la curiosidad por el Conocimiento
Científico.
En este proyecto
participan científicos de habla hispana, españoles en su mayoría, de reconocido
prestigio internacional, motivo por el cual, siendo yo un completo desconocido,
me siento felizmente halagado por la oportunidad de participar en él.
Mis mejores credenciales son haber realizado un
detallado análisis crítico de la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein y,
tras él, haber presentado varias propuestas alternativas con la intención de
subsanar los aspectos confusos y conflictivos, antes destacados en dicho
análisis, de la teoría einsteniana. Fruto de todo ello he creado, con tiempo y
esfuerzo, una teoría alternativa a la Relatividad General de Einstein y,
además, una alternativa a las Transformaciones de Lorentz einstenianas, a las
que he nombrado transformaciones
relacionales, que solucionan la famosa paradoja de los gemelos de la
Relatividad Especial de Einstein. A la teoría alternativa a la Relatividad
General de Einstein la he denominado Teoría
Conectada.
Tales propuestas alternativas han tenido la suficiente
resonancia en la “red global” como para justificar mi participación en este
proyecto, cuyo objetivo, más que hablar de teorías científicas en sí, es, entre
otras cosas, rescatar de la memoria de sus participantes aquellos aspectos
biográficos esenciales que despertaron su curiosidad y amor por el Conocimiento
Científico.
También he desarrollado, aparte de mis teorías,
varios escritos epistemológicos acerca de mi visión personal de lo que,
filosóficamente hablando, puedan ser o representar las teorías de la Ciencia
Física. Todos ellos muy influidos –de la nada, nada nace- por los conocimientos
que se conservan del pasado, principalmente los conocimientos que nos han
legado los grandes gigantes del Pensamiento Clásico: Platón, Aristóteles,
Descartes, Hume, Kant, Wittgenstein, Popper, ….
Fig. 1 La escuela de Atenas de Rafael Sanzio (Estancia de Rafael en el Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano). Dominio público: https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3635235
Tanto la parte más científica de mi trabajo como
este último aspecto, de reflexión filosófica, pueden ser buscados en internet a
través de Google. Mis escritos se encuentran, sobre todo, en bubok.com y en viXra.org, organización, esta última, creada por el eminente
matemático Philip Gibbs como una alternativa a arXiv, que da la oportunidad de
presentar y publicar trabajos originales de autores heterodoxos.
El Conocimiento nace de nuestra curiosidad innata, y
adquiere su verdadero valor cuando ésta está orientada con asombro hacia los
grandes Misterios de este Mundo. En pleno siglo XXI, son ya muchos los gigantes
históricos del Pensamiento que nos preceden en la incesante labor de intentar
desentrañar los misterios de la Naturaleza y cuyo legado constituye un
patrimonio universal de la Humanidad, fuente inagotable de Conocimiento.
Una de las formas más directas con la que podemos
acceder a él es a través de la Lectura, tanto de las grandes obras clásicas,
irrenunciable tesoro de incalculable valor, como de las obras relevantes de los
autores contemporáneos. La lectura de tales obras, aunque con el paso de los
años parece que podamos olvidar parcial o incluso totalmente, las grandes
enseñanzas en ellas contenidas, determina nuestro pensamiento actual.
A mediados de la década de los 70 yo era un voraz
lector de los inolvidables “cómics” clásicos de la época, entre los que se
encontraban, además de otros muchos, las “Joyas Literarias Juveniles” de
Editorial Bruguera. Su lectura era una forma amena de entrar en contacto, desde
edades tempranas, con los grandes clásicos de la Literatura Universal. Es de
este modo como descubrí a Emilio Salgari, Charles Dikens, … y el modo por el
cual, aun actualmente, siempre intento añadir a mis escritos alguna referencia
literaria que pueda complementar y aclarar, certeramente, el sentido de los
mismos.
Fue también por esta época cuando descubrí “Las
Aventuras de los Cinco”, genial creación de la inolvidable escritora británica
Enid Blyton. Devoré en poco tiempo la colección completa. En sus fascinantes e
imaginativas aventuras “Los Cinco” resolvían intrincados enigmas delictivos.
Desde que leí las obras de Enid Blyton siempre he establecido un paralelismo
entre la resolución de enigmas policiales y la disciplinada y rigurosa labor
científica de desentrañar los misterios de la Naturaleza, o, incluso se podría
decir, el arte de intentar formular preguntas certeras y adecuadas para,
después de un detallado y riguroso análisis, intentar, en correspondencia,
responderlas certera y adecuadamente.
Mucho tiempo después, siguiendo esta misma línea que
empieza incluso antes de la lectura de aquellos maravillosos “comics”, conocí a
Edgar Allan Poe, creador de obras inmortales como “Los Crímenes de la Rue
Morgue” y “La Carta Robada”, las cuales admiten diferentes niveles de lectura y
que, en interpretación libre, permiten identificar a su principal protagonista,
el detective Auguste Dupin, con el Isaac Newton de los enigmas policiales. A
veces las cosas son difíciles y a veces no tanto. La Verdad, nos advierte Poe
magistralmente, a veces se manifiesta en la superficie de las cosas y no
siempre hay que ir a buscarla al fondo de un pozo.
Como apuntábamos antes, de la nada nada nace. Todo
lo que hemos leído, aún sin ser conscientes, forma parte de nuestro bagaje
cultural actual, y es determinante para nuestra actividad creativa del
presente. Toda nuestra memoria, todos los conocimientos adquiridos en el
pasado, tanto los que recordamos conscientemente como los que afloran a la
superficie desde las profundidades de lo inconsciente, son cruciales y
completamente determinantes para nuestra disciplinada labor creativa actual. Es
imprescindible y necesario conocer para crear y cuantos más tipos diversos de
conocimiento tengamos tanto mejor. Haciendo además caso omiso de cualquier
posible discriminación o falsa dicotomía, que con demasiada frecuencia se
impone, entre las denominadas Cultura de Letras y Cultura de Ciencias. Los
grandes científicos han sido siempre también grandes humanistas. Santiago Ramón
y Cajal es un excelente ejemplo de ello, sin ir más lejos.
Mientras cursaba octavo de la extinta EGB apareció
una enciclopedia temática, coleccionable por fascículos semanales y que aún
conservo debidamente encuadernada, denominada “Salvat Estudiante”. La colección
estaba dirigida, entre otros reconocidos profesores, por el Profesor Jesús
Mosterín, y ofrecía excelentes artículos, clasificados por temáticas, que
abarcaban un amplio espectro del Conocimiento Humano. La colección constaba de
10 tomos y en el décimo se reunían, con completo acierto y compartiendo el
mismo lugar, la Lingüística y la Matemática: establecer nuevos puentes entre la
Cultura de Letras y la Cultura de Ciencias, las cuales guardan una estrecha relación
entre sí, nos permite, sin duda, comprender mejor este misterioso Mundo.
La Enciclopedia transmitía al Estudiante, al igual
que ya se hacía en la Escuela, amor por el Conocimiento en mayúsculas. Todos
los artículos publicados, de casi cualquier área del Saber, eran rigurosas a la
vez que amenos y fascinantes. De entre todos ellos había uno en concreto que
cautivó poderosamente mi atención. Se trataba de una temática que no formaba
parte, lógicamente, de los estudios primarios de la Escuela. Dicho artículo,
casi furtivo, versaba sobre la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein y
estaba incluido, si no recuerdo mal, en alguno de los 3 primeros tomos de la
colección.
Los aspectos relevantes de la teoría de Einstein, la
relatividad del tiempo, los viajes espaciales y la equivalencia entre masa y
energía, son muy llamativos y fantasiosos. Son ideales para cautivar
fácilmente, despertando el amor por la Ciencia y el Conocimiento, el espíritu
de asombro de un estudiante adolescente. Lo que más me llamó la atención era
que aquella masa “m” que aparecía en la 2ª ley de Newton –la Ciencia Física ya
se empezaba a estudiar en 7º de EGB- fuera equivalente a la etérea energía “E”
relativista, pues, de tal modo se establecía una sorprendente e inesperada
relación entre diferentes aspectos del Mundo que, en principio y a pesar de
formar parte de una misma disciplina del conocimiento, no parecía que guardaran
entre sí una relación tan estrecha y relevante. Sin duda, establecer nuevas
relaciones, conexiones, y sorprendentes puentes entre distintos saberes,
incluso cuando son aparentemente disjuntos, es uno de los requisitos
fundamentales para la creación de nuevas e innovadoras obras.
A partir de aquí siempre continué leyendo, en
paralelo a la excelente educación secundaria de aquella época, todo tipo de
revistas relacionadas con estos temas, algunas bastante generalistas pero
amenas a la vez que rigurosas como “Algo”, “Conocer” y “Muy Interesante”, y
otras más especializadas como “Investigación y Ciencia” y “Mundo Científico”.
Recuerdo especialmente que, mucho tiempo después,
fueron publicados una serie de 6 o 7 artículos geniales acerca de la Teoría de
la Relatividad en “Muy Interesante”, aquella teoría por la que yo me había
fascinado hacía tanto tiempo y cuyo primer conocimiento sobre ella, que en
estos momentos puedo recordar, fue gracias a la enciclopedia “Salvat
Estudiante”.
Desde entonces y casi hasta el día de hoy no he
parado de leer todo tipo de obras, literarias y científicas, y, muy
frecuentemente, los grandes Clásicos de la Filosofía.
Entre ellas “Seis Piezas Fáciles” subtitulada “La
Física explicada por un genio” de Richard P. Feynman editada por Crítica, con
introducción de Paul Davies y prefacios de David L. Goodstein y Gerry
Neugebauer y del propio Feynman y traducción al castellano de Javier García
Sanz la cual se puede entender como centro de gravedad, o casi, a cuyo
alrededor gira este ejemplar proyecto “Easy Pieces” que nos ocupa.
¿Qué mejor manera de introducirse en el mundo de la
Física que con la lectura de un texto, ameno a la vez que riguroso, de una obra
de Richard P. Feynman, Premio Nobel de Física (compartido) en 1965?
Los 6 capítulos de “Seis Piezas Fáciles” despiertan
en el lector el amor por muchas áreas del Conocimiento y los vínculos que entre
ellas se puedan descubrir. Claramente esto es manifiesto en el capítulo 3,
titulado “La relación de la Física con otras ciencias”, donde Feynman trata
sobre Química, Biología, Astronomía, Geología y Psicología.
El capítulo 5, “La teoría de la gravitación”, está
relacionado directamente con mi trabajo, sobre el cual hablaba al principio de
este texto y cuyo fruto ha sido “La Teoría Conectada”, la teoría alternativa a
la Relatividad General de Einstein. En todo mi trabajo siempre me he subido,
aun críticamente, sobre los hombros históricos de los gigantes del Pensamiento
del pasado. He dedicado tiempo y esfuerzo, de este modo, en intentar establecer
nuevos puentes.
Termino con las últimas palabras de este quinto
capítulo de las “Easy Pieces” de Richard P. Feynman:
Los aspectos
mecanocuánticos de la naturaleza no han sido todavía trasladados a la
gravitación. Cuando la escala es tan pequeña que necesitamos los efectos
cuánticos, los efectos gravitatorios son tan débiles que la necesidad de una
teoría cuántica de la gravitación no se ha desarrollado todavía. Por otra
parte, para la consistencia de nuestras teorías físicas sería importante ver si
la ley de Newton modificada en la ley de Einstein puede ser modificada
posteriormente para ser consistente con el principio de incertidumbre. Esta
última modificación no ha sido todavía completada. 1
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