miércoles, 3 de abril de 2024

Con mirada de asombro - Miquel Sureda

Capítulo 55

Con mirada de asombro.
(Por Miquel Sureda)






Recuerdo perfectamente el olor de esa biblioteca. No olía exactamente a libro viejo, ni a cerrado, ni a polvo. Era un aroma seco y dulzón, que se intensificaba a medida que te adentrabas en la zona del fondo, donde se encontraban las estanterías metálicas repletas de libros, revistas y todo tipo de publicaciones. Me encantaba pasear entre esas estanterías. Miraba los títulos con timidez, sin ni siquiera atreverme a sacar ningún libro para ojearlo, como asustado por los secretos que se escondían entre sus páginas. Mis ojos saltaban ágiles de un lomo a otro, quedándose unos segundos de más en los que me llamaran la atención. Mientras tanto, mi mente fantaseaba, embriagada por términos que no entendía pero que pronto serían familiares para mí. O eso creía.

Durante uno de esos paseos sin rumbo por los pasillos de la biblioteca me fijé en un conjunto de tres libros. Sus lomos eran de un rojo intenso y estaban encajados en un marco también rojo. Se veían antiguos y su título no era especialmente sugerente, así que seguí andando sin prestarles más atención. Pero un nombre se me había quedado, como un eco, en la cabeza. Feynman. ¿De qué me sonaba? Alguien lo había mencionado hacía poco. Retrocedí unos pasos y alargué la mano para sacar el primer libro del marco rojo que los contenía. “The Feynman Lectures on Physics". Lo abrí por una página al azar y empecé a leer. Cuando la zona lumbar empezó a dolerme, me di cuenta que llevaba media hora de pie frente a la estantería metálica, perdida la noción del espacio y del tiempo, absorto en el texto. Cerré el libro lentamente y estiré la espalda. Mientras le entregaba los tres volúmenes rojos a la bibliotecaria para que los desmagnetizara, tuve la certeza de que estaba a punto de entrar en un agujero similar al que llevó a Alicia a su particular país de las maravillas.

Fig. 1 Feynman, ese nombre me suena...


Por ese entonces yo tenía 19 años y estaba en segundo de Física en la Universidad de Barcelona. Después de un duro primer curso, en el que me había sentido abrumado por el álgebra, el cálculo diferencial y la mecánica analítica, por fin estaba disfrutando de la carrera. Mi mente había hecho el click necesario y empezaba a ver el mundo con unos nuevos ojos. Percibía la belleza de la física en todas partes: en el resplandor de la última Luna llena, en la vibración de una cuerda de mi guitarra, en un beso. Además, tenía un grupo de amigos con los que pasaba horas hablando de ciencia y filosofía en el bar de la facultad, entre cafés, cervezas y humo de cigarrillos. La curiosidad era nuestro motor y cada pregunta era una invitación a explorar lo desconocido.

Mi descubrimiento de las “Lectures” de Feynman revolucionó totalmente el grupo. Sin dudarlo, decidimos aventurarnos juntos en una travesía intelectual. Nos sumergimos en las conferencias de Feynman como si estuviéramos navegando en un océano de ideas fascinantes. Discutíamos animadamente sobre los enigmas de la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica. Con el tiempo, su lectura se convirtió en más que un simple ejercicio académico para nosotros. Era casi un ritual sagrado, una experiencia compartida que nos impulsaba hacia adelante en la búsqueda del saber. Nos reuníamos regularmente en el local de los estudiantes (una sala con sofás viejos y futbolín) armados con nuestros libros y las mentes ávidas de conocimiento.

Cuando recuerdo esos encuentros no puedo evitar una sonrisa. Cuanta inocencia. Nos pensábamos que estábamos desentrañando los grandes enigmas del universo. Sin ser conscientes que sólo estábamos metiendo la punta del pie en la orilla de un vasto océano. Pero bueno, éramos muy jóvenes y habíamos encontrado en la figura de Richard Feynman un ideal, un referente. Y sus textos nos permitían acercarnos a ese gran personaje.

Creo que, de todos mis amigos, yo era el que estaba más fascinado con Feynman. Sobre todo, después de leer su autobiografía: "¿Está usted de broma, Sr. Feynman?". ¡Recuerdo que me fascinó! El libro es capaz de ofrecer una visión íntima de su vida y su mente, gracias a historias, anécdotas y reflexiones que abarcan desde su infancia en Nueva York hasta su carrera como físico teórico y educador renombrado. El libro también destaca el ingenio y el humor característicos de Feynman, con historias que van desde sus travesuras en la infancia hasta sus ingeniosas soluciones a problemas científicos. Feynman revela cómo abordó la vida con una actitud juguetona y una mente abierta, encontrando inspiración en cada experiencia y desafiando constantemente los límites del conocimiento humano.

Esa fascinación me acompañó durante los años de la carrera. Tanto que, cuando la terminé, me planteé hacer un doctorado en física teórica. Sin embargo, finalmente decidí irme a Madrid a estudiar Ingeniería Aeronáutica. Fueron cinco años muy intensos, llenos de aprendizajes académicos y personales. Me enamoré de la ingeniaría espacial y la exploración de otros mundos. Y decidí que quería dedicarme a eso. Por eso, al acabar los estudios volví a Barcelona para hacer un doctorado en propulsión espacial en la Universidad Politécnica de Cataluña. De alguna manera, estaba recuperando el antiguo sueño de dedicarme a la investigación y a la docencia. Un sueño alimentado, en parte, por el ejemplo de Feynman.

Desde que terminé el doctorado me he dedicado a investigar en temas relacionados con la exploración espacial y a dar clases en grados y masters de Ingeniería Aeroespacial. He acompañado a centenares de chicos y chicas brillantes en su proceso de formación. Y nunca ha dejado de maravillarme el poder de explicar las cosas con pasión, intentando encontrar el enfoque adecuado para captar la atención de los alumnos y hacer más entendible la materia. Y ahí volvemos a las “Lectures” de Feynman, pues son para mi uno de los mejores ejemplos de cómo explicar conceptos complejos de una manera original y cautivadora.

Fig. 2 Feynman en "su salsa". Lectures Photos: https://www.feynmanlectures.caltech.edu/Photos.html


Para mí, la clave para aprender con profundidad es la curiosidad. Ganas de llegar al fondo de las cosas, de encarar las preguntas sin miedos. Y debo reconocer que no siempre me es fácil dar clases a futuros ingenieros, porque muchos de ellos no tienen esa curiosidad que suele caracterizar a los físicos. Es normal, unos quieren encontrar soluciones prácticas y rentables a problemas reales, mientras que los otros pretenden descifrar el funcionamiento del universo que nos rodea. Así que en mis clases suelo hablarles de Feynman y sus aventuras. También les hablo de Einstein o Fermi, grandes mentes movidas por una inmensa curiosidad.

Por lo que he podido comprobar a lo largo de muchos años de docencia, la mayoría de mis estudiantes conectan bien con ese mensaje y se sienten motivados a aprender desde la curiosidad y la mirada crítica. Muchos me lo han comentado cuando he tenido la oportunidad de charlar con ellos después de que hayan acabado sus estudios. Por supuesto, hay también alumnos a los que no les parece interesante este enfoque, y prefieren aprender lo que hay que hacer para resolver cada problema, sin mirar más allá. Me parece también muy lícito. Ambos perfiles tienen sus puntos fuertes. Pero yo no puedo evitar verlo todo con los ojos de aquel joven que un día se encontró tres libros rojos en una biblioteca y se los llevó a casa como quien lleva un tesoro. Sigo siendo ese joven y espero no dejar de serlo nunca.

Para terminar, comparto tres citas de los tres físicos que he mencionado más arriba, pues me parecen muy acertadas. Y me despido animándoos a encarar el mundo con la mirada curiosa de los niños.

 

Puedo vivir con dudas e incertidumbre. Creo que es mucho más interesante vivir sin saber que tener respuestas que podrían ser erróneas. Tengo respuestas aproximadas, creencias posibles y diferentes grados de certeza sobre diferentes cosas, pero no estoy absolutamente seguro de nada, y de muchas cosas no sé nada, como por ejemplo si significa algo preguntar por qué estamos aquí. Quizás lo piense un poco, pero si no puedo resolverlo, entonces paso a otra cosa. Pero no necesito saber una respuesta. No siento miedo por no saber cosas, por estar perdido en un universo misterioso sin ningún propósito, que es lo que realmente es, hasta donde yo sé. No me asusta.

Richard Feynman.

 

“Yo no tengo talentos especiales. Solo soy apasionadamente curioso.”

Albert Einstein.

 

"Creo en la intuición y la inspiración. La imaginación es más importante que el conocimiento. Porque el conocimiento es limitado, mientras que la imaginación abarca el mundo entero, estimulando el progreso y dando origen a la evolución.”

Enrico Fermi.




Miquel Sureda.
Doctor en Propulsión Espacial.
Profesor, investigador y divulgador.
ESEIAAT - UPC.
Universitat Politècnica de Catalunya - BarcelonaTech (UPC).


Créditos Música:
515 4.16
Meadow of Dreams by Alexander Nakarada (www.creatorchords.com)
Creative Commons / Attribution 4.0 International (CC BY 4.0) https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/


No hay comentarios:

Publicar un comentario