miércoles, 3 de abril de 2024

La mente lúdica de la ciencia - Martín Monteiro

Capítulo 38

La mente lúdica de la ciencia.
(Por Martín Monteiro)






Richard Feynman fue uno de los físicos más brillantes y carismáticos del siglo XX, reconocido por infinidad de aportes entre los que se destacan la formulación de la mecánica cuántica mediante integral de caminos y sus famosos diagramas de Feynman, con los cuales desarrolló la Electrodinámica Cuántica, y le valieron el premio Nobel de Física en 1965.

Más allá de su evidente estatura académica, es imposible soslayar su enorme impacto en el desarrollo de la física y en el estímulo de nuevas carreras científicas. Lo prueban los innumerables testimonios y la inmensa cantidad de artículos y libros que lo citan de las más diversas formas, llegando a permear incluso en la cultura popular, alcanzando características sociales que lo sitúan al nivel de un rockstar del mundo de la física y de la cultura “cientófila” en general.

En lo personal soy uno más de los miles que han sido tocados por su estilo, por su forma de ver y explicar la física. Porque Feynman fue, entre muchas otras cosas “el gran explicador,” un maestro en ese arte de comunicar la ciencia, esencial para enseñar y divulgar. Sus lecciones las empecé a conocer de a poco, siendo estudiante de física, junto con sus historias y anécdotas a través de entrevistas, reportajes y libros. Un buen día, quien es hoy mi esposa me regaló para mi cumpleaños las míticas Lectures on Physics, en español. Una obra en tres volúmenes basada en los cursos introductorios de física universitaria que Feynman impartió en el Instituto Tecnológico de California (Caltech), entre los años 1961 y 1963, que con ayuda de sus colegas Robert B. Leighton y Matthew Sands, se transformaron en los libros que serían publicados en 1964, un año antes de recibir el Nobel. Las Lectures on Physics son únicas, singulares como su autor, que no se pueden catalogar junto a los clásicos libros de texto. Son mucho más que eso. Son libros que nos pasean con fluidez por toda la física, con una claridad y entusiasmo que es muy difícil de encontrar en otras obras. Un deleite intelectual que nos enseña a pensar y a mirar los fenómenos naturales con nuevos ojos y que nos deja con ganas de seguir aprendiendo y de investigar para entender cómo funciona el mundo que nos rodea. Mucho más que textos tradicionales de física, las Lectures on Physics son complementos ideales para cualquier curso de física, y no solo para los estudiantes, sino para los docentes. Feynman es maestro de maestros. Todas y cada una de sus lecciones proporcionan una mirada fresca, y algún nuevo enfoque, incluso en aquellos temas más simples y transitados. Esto se debe a su peculiar forma de ser. Feynman no dejaba de preguntarse. Preguntar e indagar hasta entender era parte de su esencia, de su estructura. Y esa curiosidad, agudeza y solidez lógica están siempre allí, atravesando la página, contagiándonos amor por la ciencia, no solo por conocer sino por algo tal vez más importante: hacer ciencia. Esta personalidad fermental, vibrante, tuvo un giro casi dramático, sin el cual tal vez nunca hubiéramos conocido al Feynman que el mundo conoció. Una historia tan íntima y sin embargo (o tal vez por eso) tan poderosa que me llenó de lágrimas la primera vez, y me sigue emocionando cada vez que vuelvo sobre ella.

Cuenta Feynman que al final de la segunda guerra mundial fue contratado como profesor en la Universidad de Cornell. Venía agotado emocionalmente del proyecto Manhattan y de perder a su esposa tras una dura enfermedad. Insertarse como joven profesor no fue fácil. A pesar de que le encantaba preparar y dar sus cursos, se sentía desmotivado, frustrado, casi al borde de la depresión por no sentirse inspirado ni tener la misma pasión por la física que había tenido cuando era estudiante. Estaba bloqueado creativamente, “quemado”, según sus propias palabras, porque no tenía rumbo ni ideas nuevas para avanzar como investigador.

Su fama se había hecho notar entre los físicos más sobresalientes de su época, antes y durante el proyecto Manhattan. Le llegaban ofertas de trabajo de otras universidades que solo empeoraban su estado, ya que sentía la culpa y la presión de no estar a la altura de las expectativas. Incluso Einstein lo invitó a trabajar en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, contemplando una oferta especial que le permitiría mantener la docencia, a sabiendas de que Feynman no aceptaría un puesto que fuera exclusivamente de investigador.

Un día, Bob Wilson, director del laboratorio de Caltech, le habló con palabras que lo marcaron: "Feynman, estás haciendo un buen trabajo. No tienes por qué angustiarte por lo que estás haciendo o dejando de hacer". Estas palabras lo liberaron de la culpa y lo animaron a reencontrarse con su pasión por la física. Le hizo comprender que no era responsable de las expectativas que otros pudieran tener sobre él, y que su valor no dependía de su capacidad para cumplirlas.

Este cambio de perspectiva le permitió a Feynman reencontrarse con su pasión por la física. Decidió dedicar su tiempo a "jugar" con la física, sin importar la importancia o utilidad de sus investigaciones. Se liberó de la presión y se sumergió en el placer de la exploración científica. El placer por descubrir.

Un día en la cafetería de la Universidad, solitario y desilusionado de sí mismo, observó cómo se bamboleaba una bandeja con el escudo de Cornell, que alguien había lanzado al aire. Se preguntó por qué la rotación de la bandeja era más rápida que el bamboleo.

Fue un momento tímido, pero luminoso, porque a partir de esta simple observación, Feynman se sumergió en un análisis profundo de las fuerzas y la dinámica del movimiento, descubriendo la relación de 2:1 entre la velocidad de rotación y el bamboleo. Pero no se detuvo allí. El problema de física cotidiana lo invitó a profundizar en las causas, en el significado físico del resultado que había encontrado. Entender, pero realmente entender el fondo del asunto. Simplemente lo hizo por jugar con la física, por simple y libre curiosidad, pero esta experiencia vital, casi de iluminación, le devolvió la confianza en su capacidad para hacer física y resolver problemas complejos.

Por primera vez en mucho tiempo, Feynman se sentía entusiasmado nuevamente con la física. Tanto así que fue a discutir su “hallazgo” con el gran físico nuclear Hans Bethe, su referente en Cornell, y por quien Feynman había elegido trabajar allí. Bethe, con cierta apatía, le dijo: “Feynman, todo eso está muy bien, ¿pero qué importancia tiene? ¿Por qué lo estás haciendo?”. Lejos de desmotivarse, Feynman le respondió: ¡Ja! No tiene la más mínima importancia. Lo estoy haciendo sólo por divertirme. Evidentemente la experiencia de la bandeja le había devuelto su confianza, más allá de lo que dijeran incluso las mentes más brillantes y respetadas.

Fig. 1 Feynman y Bethe años más tarde. Richard Feynman and Hans Bethe, 1966, 1.10-106. Caltech Images Collection, Images. California Institute of Technology Archives and Special Collections. https://collections.archives.caltech.edu/repositories/2/archival_objects/106302 Accessed April 02, 2024.


Feynman cuenta que este "juego" con las ecuaciones del bamboleo lo llevó a retomar su trabajo en física cuántica, a preguntarse cómo serían las órbitas de los electrones en condiciones relativistas, a trabajar sobre la ecuación de Dirac, y a volver sobre el problema que lo apasionaba desde su tesis doctoral, la electrodinámica cuántica, las integrales de caminos, y los diagramas de Feynman, que finalmente lo conducirían, casi jugando, casi sin esfuerzo aparente, al Premio Nobel de Física.

La ciencia puede tener momentos áridos, incluso agotadores o simplemente rutinarios. Pero también puede ser, si nos proponemos, una aventura emocionante y llena de descubrimientos. Un espacio para liberar la curiosidad y jugar con mente inquieta. Para descubrir la física en cada rincón de nuestra vida cotidiana. Para explorar el mundo con mirada lúdica y encontrar soluciones creativas a problemas que en un principio pueden parecer complejos. Una actividad inspiradora que puede conjugar al aficionado y al profesional, con el simple y maravilloso placer de descubrir.

 



Martín Monteiro.
Profesor de Física.
Coordinador del Laboratorio de Física.
Facultad de Ingeniería, Universidad ORT Uruguay.


Créditos Música:
520 2.43
Piano Hymn by Alexander Nakarada (www.creatorchords.com)
Creative Commons / Attribution 4.0 International (CC BY 4.0) https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/


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