En realidad, hacía ya varios días que el curso había
comenzado y las lecciones introductorias de física estaban anunciadas, desde el
primero, en la inmensa pizarra de seis cuerpos que colgaba de la pared del
Lecture Hall. Tal y como podía leerse en su esquina superior derecha, las
lecciones se celebrarían frente a aquella singularidad cósmica de grafito los
martes y los viernes de cada semana a las once de la mañana. Y aquel martes 26
de septiembre de 1961 se oficiaría la primera. Su título: “Átomos en movimiento”. Su ponente: Richard Phillips Feynman,
el físico norteamericano más famoso de la historia.
Fig. 1 Richard Feynman a punto de comenzar la primera lectura del curso de iniciación a la física en el CALTECH. 26 de septiembre de 1.961. En la esquina superior derecha de la pizarra puede leerse el anuncio de la clase. Fuente: Archivo fotográfico del CALTECH https://www.feynmanlectures.caltech.edu/ .
El aula irradiaba la ilusión y la impaciencia de los
grandes acontecimientos. La expectación era extraordinaria. Y los nuevos
estudiantes de física de la promoción del 61 colmataban, poco a poco, las
sucesivas filas de asientos del Lecture Hall como los electrones del átomo
colmatan sus orbitales. En el centro, concentrando toda la masa y toda la
energía del conjunto, la indeleble sonrisa del profesor Feynman daba la
bienvenida a los estudiantes más rezagados.
No existía una figura más rutilante y reconocida en
el claustro del CALTECH que Richard P. Feynman. Tampoco en el de ninguna otra
universidad del país… ni del mundo. El sonriente cuarentón que aquella mañana
de finales de verano de 1961 limpiaba indolente la pizarra del Lecture Hall en
el “Bridge Laboratory” del CALTECH, había ingresado en la escuela de
postgrado de Princeton con la máxima puntuación posible (el primer alumno que
lo conseguía), presentado su tesis doctoral ante Albert Einstein y Wolfgang Pauli,
participado en el proyecto Manhattan junto con Niels Bohr y Robert Oppenheimer
y revolucionando, primero la manera de describir la evolución temporal de una
partícula subatómica y más tarde la de representar sus procesos de colisión.
Todo ello, mientras sentaba las bases de la
Electrodinámica Cuántica o QED, por lo que recibiría en 1965 el premio Nobel de
física.
Nadie lo diría al verlo deslizar distraídamente el
borrador de felpa sobre la superficie de aquella inmensidad bruna que amenazaba
con tragarse al más del centenar de alumnos primerizos que allí se congregaban.
Tampoco, que minutos más tarde, la convertiría en una quimérica ventana con
vistas a los secretos más asombrosos del universo.
Fig. 2 Richard Feynman posando para los archivos del CALTECH y sello de correos conmemorativo emitido por el Servicio Postal de los USA el 14 de agosto de 2004. Fuente: www sin catalogar.
Y era precisamente su capacidad comunicativa lo que
hacía a Feynman un tipo realmente extraordinario. Lejos de ser el científico
huraño y engreído que sortea cualquier tipo de interacción social, Feynman era
afable, conversador y extrovertido. Significándose, además de como una de las
mentes más prodigiosas del siglo XX, como un divulgador entusiasta y un
profesor excepcional. Su estilo apasionado e irreverente lo convirtieron en un
auténtico icono para los estudiantes que lo idolatraban con el entusiasmo del
que contempla la personificación de sus propios anhelos.
No sorprendió, por tanto, más que al que no lo
conocía que, al terminar su doctorado en 1942, Feynman rechazara las ofertas de
las mejores universidades de EEUU. Como la de Berkeley para trabajar con
Oppenheimer o la de Princeton para hacerlo con el mismísimo Albert Einstein.
Prefiriendo, en cambio, aceptar la de Cornell que, figurando en el décimo
noveno puesto del ranking de universidades americanas, presentaba, según él, una oferta docente más
motivadora. O más tarde, la del Instituto Tecnológico de
California (CALTECH). En esta ocasión,
esgrimiendo una razón mucho más poderosa …para no tener que poner nunca más las cadenas
en el coche diría.
Tampoco sorprendió que, al ingresar en el CALTECH
compartiera con sus compañeros de claustro la sensación de que los alumnos de
física perdían su inicial motivación durante los dos primeros años de
asignaturas obligatorias. Era una realidad que, al llegar la primavera, no
pocos alumnos que habían comenzado el curso asistiendo a sus clases de física
en el “Bridge Laboratory” lo terminaban en el “Keck Laboratory”
de Ingeniería, en el “Alles Laboratory” de Biología Molecular o en el “Crellin
Laboratory” de Química. Incluso alguno de estos estudiantes retractados podía
experimentar una súbita epifanía académica en el “Dabney Hall” de
Humanidades, cambiando las ecuaciones de Dirac por los poemas de Whitman.
Así era, no sólo en el CALTECH, también en la
mayoría de los colegios y escuelas politécnicas del país. Feynman lo atribuía a
que, en esos dos primeros años, apenas se introducían conceptos de la llamada “nueva
física”. Martirizando en su lugar a los alumnos con una inmisericorde
letanía de formalismos matemáticos que constituían, según el consenso académico
imperante, el equipaje imprescindible para transitar por el tortuoso sendero
hacia la comprensión de la naturaleza.
Pero lo que Feynman escuchaba cuando caminaba por el
florido campus de Pasadena no eran excéntricos estudiantes porfiando sobre álgebra,
cálculo o geometría, sino apasionados adolescentes fantaseando con la energía
atómica, la carrera lunar, los Rayos X, o las aventuras espaciales de Flash
Gordon…
Fig. 3 Portada del nº. 204 del comic Flash Gordon. Diciembre 1948 / Lámina explicativa del Proyecto Mercury. NASA 1959 / Anuncio publicitario de gafas con visión de Rayos X patentadas por George W. MacDonald en 1906 (creaban una ilusión óptica). Fuente: www sin catalogar.
Todos aquellos chicos que se congregaban cada
comienzo de curso, bajo las arcadas del CALTECH, se imaginaban aterrizando en
la luna, viajando en el tiempo o desintegrando un cuerpo en millones de
partículas para reconstruirlo al instante en el otro extremo del universo.
Tampoco se le escapaba a nadie que la Segunda Guerra
Mundial, que había causado más de 50 millones de muertos y subvertido el orden
mundial no la habían ganado los fusiles sino las ecuaciones. Las mismas que
estaban a punto de posibilitar una energía indefinida, poner un hombre en el
espacio o ver a través de las paredes. En 1961 el futuro hablaba un nuevo
lenguaje. El país que primero lo entendiera dominaría el mundo por los próximos
mil años.
Ante tal expectativa, se convertía en perentorio
adaptar los programas educativos de prácticamente todas las ciencias positivas.
Pero especialmente, la manera de abordar la enseñanza de la Física, cuyos
paradigmas todavía eran de índole prácticamente copernicano. Tal era la
revolución que había experimentado esta disciplina durante el siglo XX que
muchos de sus nuevos postulados ni siquiera tenían un soporte matemático
conocido. Parecía como si esta nueva física describiera otro universo lejano y
por completo ajeno a nuestra naturaleza humana. Sin embargo, este nuevo
universo estaba contenido en el nuestro, oculto y misterioso en un sustrato
invisible que apenas comenzábamos a atisbar. Era, en definitiva, el momento de
llevar la revolución a las aulas y Feynman estaba dispuesto a hacerlo aquella
misma mañana.
Todo el claustro del CALTECH confiaba en su inimitable manera de motivar al alumnado. Lo habían visto hacerlo miles de veces. Sin cálculos ni formalismos matemáticos, utilizando en su lugar sencillas analogías y ejemplos cotidianos que despertaban en los estudiantes un pensamiento intuitivo y transversal. Además, ¡Feynman era divertido! Era capaz de destilar los más complicados conceptos, incluso aquellos que rozaban el orden ontológico, concatenándolos con un sinfín de comentarios y observaciones ingeniosas que trasladaban a su audiencia, desde la bancada del aula a la platea de un teatro.
Rechazaba por completo la conducta sintética y
reduccionista que, hasta entonces, el sistema había exigido a sus alumnos de
primero. Abogando por adoptar otro enfoque más perspicaz e imaginativo que los
hiciera pensar sin sesgos ni estereotipos. Esta era su manera. La manera de Richard
P. Feynman, la que lo había hecho admirable entre sus compañeros y queridísimo
entre sus alumnos. La manera que lo convertiría en 1979 y según la revista OMNI
en el “hombre más inteligente del mundo”.
Así que, aquella mañana de finales del verano de
1961, cuando Feynman terminó por fin de limpiar la pizarra de seis cuerpos del
Lecture Hall en el “Bridge Laboratory” del CALTECH y justo antes de
comenzar la clase, observó con satisfacción los impacientes rostros de aquellos
muchachos que abarrotaban bulliciosamente las gradas del aula y no pudo evitar
sentirse como uno de ellos. Con una curiosidad prístina e inabarcable y el
corazón henchido por la ilusión de lo que está por venir. A punto de comenzar
la aventura de sus vidas, aquellos chicos estaban allí para cambiar el mundo. Y
Feynman estaba decidido a ponerlo en sus manos.
Fig. 4 Richard Feynman durante una de sus clases de iniciación a la física en el Lecture Hall en el Bridge Laboratory del CALTECH. 1961. Fuente: Archivo fotográfico del CALTECH https://www.feynmanlectures.caltech.edu/ .
Durante 2 años impartió Richard Feynman las clases
de iniciación a la física para los alumnos de nuevo ingreso en el CALTECH… a su
manera. Sin textos de referencia, ni libros, ni apuntes. Feynman no utilizó
ninguna otra fuente para prepararlas que sus propias notas. Siendo, el material
para los estudiantes elaborado, igualmente “sobre la marcha”, por profesores y
alumnos de postgrado que colaboraron en la causa redactando resúmenes, esquemas
y pautas de laboratorio.
Las lecciones no tenían un orden preestablecido. Cuando terminaba una, ni el propio Feynman sabía cuál sería la siguiente. Eran como fuegos artificiales cuyo trazo partía siempre desde un concepto sencillo que Feynman hacía subir y subir hasta hacerlo explotar en una multitud de nuevas e inesperadas ideas que se perdían en todas las direcciones. Feynman no pretendía que aquellos chicos de primero lo entendieran todo, solo que no se asustaran, diría más tarde.
Fig. 5 (1 y 2) Notas manuscritas de Richard Feynman para la preparación de las lecciones de iniciación a la física conservadas en el archivo del CALTECH.1961. (3) Bloc de bocetos de Richard Feynman con dibujos y ecuaciones superpuestas. 1970s. (4 y 5) Feynman durante sus clases en el CALTECH. 1961. Fuente: Archivo fotográfico del CALTECH https://www.feynmanlectures.caltech.edu/ y Dressing Up Science: Richard Feynman and the Costume Parties of Al Hibbs. www.forbes.com .
Estas clases fueron grabadas, transcritas y
posteriormente revisadas por Robert B. Leighton y Matthew Sands para
publicarlas en un libro llamado “The Feynman Lectures on Physics”
que ha pasado a la historia como la introducción más completa y sofisticada al
estudio de la nueva física a nivel universitario. Manteniendo, en la
actualidad, una vigencia tal, que todavía son consultadas y referidas, no sólo por
una infinidad de alumnos que comienzan su ciclo universitario sino, sobre todo,
por sus profesores. Desde el año 2.013 están disponibles de manera gratuita en
la página web del CALTECH donde, además, muchos de esos alumnos y profesores
que asistieron a estas lecciones entre los años 1961 y 1963 agradecen a Feynman
su manera de enseñarles a amar la naturaleza, reconociendo que aquella fue la
mejor experiencia de sus vidas.
No sólo puedes llenar tu
cabeza de ciencia, si la llenas de amor también podrás entender muchas cosas.
Pero quizás, la más importante de sus lecciones, no
la impartió Richard Feynman en el “Norman Bridge Laboratory” del
Instituto Tecnológico de California. Ni la escribió en ninguna nota. Tampoco
ningún profesor ayudante o alumno de postgrado la transcribió después en ningún
libro. Su lección más importante, la que mejor condensa su pensamiento, su
actitud y su conducta ante la vida y la naturaleza, quizás sea la que puede
verse en una entrevista televisiva titulada “FUN TO IMAGINE”. Producida por la BBC y grabada desde su
domicilio particular en Altadena (California) en 1983.
En la pantalla, con
una calidad que manifiesta el indudable desarrollo que han experimentado los
medios audiovisuales desde entonces, aparece Feynman, con 65 años,
apaciblemente tumbado en el sillón de su casa.
Sillón y físico se funden en un azul eléctrico que manifiesta, con la
certeza de un axioma, el temerario gusto de la época. Feynman, como en los últimos 65 años, sonríe
relajadamente:
Me
resulta fascinante que algunas personas encuentren la ciencia tan fácil y otras
en cambio, tan aburrida y fastidiosa.
Dice Feynman desde el sillón.
No
sé por qué. Quizás, lo que haga a la ciencia difícil es que necesita mucha
imaginación.
Y pensando unos segundos apuntala:
…es muy difícil imaginar
todas las locuras que realmente son las cosas.
El comentario podría haberse perdido en el tono
relajado y aparentemente banal de la conversación. La entrevista apenas ha
comenzado y los interlocutores todavía divagan sobre cuestiones de carácter muy
general.
Fig. 6 Richard Feynman en el documental “FUN TO IMAGINE” BBC. 1983. Sentado en su sillón en su casa de Pasadena y con Jenijoy La Belle representando el musical “Fiorello” en el CALTEH. Fuente: Archivo fotográfico del CALTECH https://www.feynmanlectures.caltech.edu/ .
Pero es precisamente en ese territorio de la
indeterminación en el que un discurso merodea los temas más trascendentes del
pensamiento. Un territorio abierto y especulativo por el que Feynman transita
con naturalidad.
En realidad, está pensando en voz alta, y comparte
esta reflexión con el periodista como podía haber compartido el recuerdo de
aquellas maravillosas clases de iniciación a la física que impartió hace ya 20
años en el CALTECH o lo bonito que le parecía su nuevo sillón azul. En este
territorio, todo tiene la máxima importancia y Feynman, sin quererlo, ha
impartido su más valiosa lección.
La imaginación, dice, es la cualidad más importante
en el avance hacia la comprensión de la naturaleza. No la capacidad de cálculo,
de análisis o memorística, por citar algunas de las más estimadas en nuestros
días, sino la imaginación. Esa humanísima capacidad de inventar, de crear
imágenes nuevas, argumentos nuevos, matemáticas nuevas.... “Imaginar es
ver” decía el filósofo de la ciencia Gastón Bachelard. Y sólo a través
de la imaginación traspasamos el indefectible límite de lo que pueden observar
nuestros sentidos, nuestros telescopios o nuestros aceleradores de partículas.
Albert Einstein, por ejemplo, se imaginaba
persiguiendo en el espacio un rayo de luz, cada vez más rápido y cada vez más
cerca. Entonces, cuando consiguiera alcanzarlo, justo entonces… ¡lo vería
congelado! Exactamente como el superhéroe The Flash en los comics de los años
40. Sólo imaginándolo, pudo Einstein desarrollar la idea absolutamente
antinatural de que no es la luz lo que se detiene sino el tiempo, cambiando nuestra
percepción del universo para siempre.
Pero imaginar no es fantasear. Imaginar es inventar,
intuir, sospechar. Es activar, en definitiva, una suerte de inteligencia
inductiva o creativa que es capaz de ampliar nuestra mirada más allá de lo
conocido. Feynman consideraba la imaginación como una autentica herramienta
científica a la que necesariamente había que dedicar mucho tiempo. El
científico debe imaginar como el ciempiés camina, decía, sin preguntarse cuál
de sus patas va primero.
Uno de los mayores problemas de la nueva física es
que, aun estando desarrollados los formalismos matemáticos que la describen con
una precisión asombrosa, su naturaleza es tan poco intuitiva que es muy difícil
encontrar las imágenes que la representan. Esta dificultad supone, para
Feynman, una disrupción fatal en el pensamiento que inevitablemente limita
nuestra capacidad de avanzar en la comprensión de la naturaleza.
Fig. 7 Nuevo Imaginario Cuántico: (1) Representación de un hipotético pliegue del espacio-tiempo o puente Einstein-Rosen descrito en las ecuaciones de la Relatividad General. (2) Recreación de cómo un agujero negro podría deformar el espacio-tiempo. NASAs Goddard Space Flight Center (3) Imagen más precisa de un átomo realizada por el Colisionador Relativista de Iones Pesados (RHIC) del Laboratorio de Brookhaven USA.
Y fue este inconveniente lo único que hizo realmente
capitular a Feynman: si
no somos capaces de representarla, no somos capaces de explicarla. Y si no somos capaces de explicarla significa, que realmente no la comprendemos. Claro que Feynman pensaba que nadie comprendía la física cuántica. En
infinidad de ocasiones, él mismo reconoció que tampoco.
Sus famosos diagramas de colisión fueron
precisamente un intento por desarticular esta disrupción a través de la
elaboración de un nuevo imaginario cuántico. Sólo entrenando nuestra imaginación podremos
dar a las próximas generaciones las nuevas formas que les ayuden a no tener
nuestros mismos problemas para imaginar, por ejemplo, un átomo que es la cosa más sencilla
del universo.
Por eso, aquella mañana de finales del verano de
1961, cuando los 180 alumnos de primero de física del Instituto Tecnológico de
California hubieron ocupado los asientos del Lecture Hall en el “Norman
Bridge Laboratory”, Richard Phillips Feynman, sin borrar su permanente
sonrisa, se giró hacia la inmensa singularidad cósmica de grafito que se
extendía limpísima a su espalda y escribió: “Lección 1: Átomos en Movimiento”.
A continuación, esperó unos segundos hasta que el
bullicio de los alumnos apenas fue un murmullo, encendió el micrófono, repitió un
par de veces la fecha y el título de la clase que estaba a punto de comenzar,
se presentó y tras una breve, pero precisa introducción al curso dijo:
Imagínense dentro de una
gota de agua…
Eran las once de la mañana del 26 de septiembre de
1961 y una lejana algarabía se filtraba por las ventanas cerradas desde los
jardines del CALTECH.
Fig. 8 Richard Feynman al finalizar la primera lección “Átomos en movimiento” del curso de iniciación a la física impartido en el “Bridge Laboratory” del Caltech 26 de septiembre de 1961. Fuente: Archivo fotográfico del CALTECH https://www.feynmanlectures.caltech.edu/ .
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