Richard Feynman podría ser
mi influencer preferido. Leo sus libros, veo sus videos y le doy likes,
corazones y retuiteo.
No
siempre en la historia se tiene la oportunidad de poder escuchar y leer,
comprendiéndole perfectamente porque el lenguaje es el mismo que el de la gente
de tu época, a un personaje con tanto impacto en el mundo de la física. Y es
que, aunque el material que tenemos suyo se acaba quedando corto, merece la
pena disfrutarlo. No cabe duda de que ha debido despertar muchísimas vocaciones
científicas.
La falta
de pose, de solemnidad, las ganas de divertirse, la desbordante naturalidad, y
espontaneidad invitan a pensar que Richard Feynman va a calar hondo a todo
aquel que se aproxime a él. Su personalidad divertida le hizo muy cercano para
mi generación y no existe ningún motivo para que no vaya a ser igual para
generaciones venideras.
Y es que
Feynman no sólo hizo grandes aportaciones al desarrollo de la electrodinámica
cuántica, que son dignas de asombro, sino que, para mí, fue el primer gran
divulgador de la ciencia.
Es una
delicia empaparse del asombro con el que se enfrenta al mundo que le rodea y
cómo busca y explica todos estos fenómenos de la naturaleza reduciéndolos a sus
partes más básicas, más fundamentales.
Le he
visto hacerlo en muchas ocasiones y, aunque su libro “Seis piezas fáciles de la
física” no desmerece, no puedo evitar recomendar sus videos [1] porque en
persona transmite aún mejor su entusiasmo. Es inigualable ver su cara de
felicidad mientras va saltando de un fenómeno físico a otro, mascándolo,
descomponiéndolo, reduciéndolo a su esencia más pura y. por ejemplo, contando
con un brillo inigualable en sus ojos cómo el fuego en realidad es sólo energía
del sol almacenada esperando a que la liberemos. Es el brillo en los ojos de
quien se da cuenta de que acaba de entender un concepto de una manera
totalmente nueva.
Como es
obvio por el título, el libro se compone de seis capítulos. En el primero
(átomos en movimiento) habla de termodinámica describiéndola en términos de los
átomos que participan, haciendo que sea lógica y razonable, desde luego mucho
menos mágica de lo que habitualmente suele resultar.
El
capítulo de física básica habla de las partículas elementales (como se conocían
en 1960). Es un capítulo muy bonito, aunque hay que avisar al lector lego de
que incluso un genio como Feynman sigue haciendo que las palabras 'básica' y
'elemental' resulten irónicas cuando uno se acerca a estos temas.
En el
tercer capítulo hace algo, para mí, inusual y casi soberbio. Intenta adentrarse
en la “íntima” relación entre la física y el resto de las disciplinas. El hecho
de que el capítulo acabe con alabanzas e incitación a beber vino confirma que
claramente se le fue de las manos.
La
conservación de la energía desde luego merece un capítulo en sí mismo y Feynman
se recrea describiendo cómo la energía se intercambia en sus diversas formas.
Igual que se recrea en la teoría gravitatoria y las leyes de Kepler, haciendo
gala de su sentido del humor cuando acepta que los planetas se muevan empujados
por ángeles invisibles, pero, al menos, que quede claro que empujan en la
dirección radial y no en la dirección de la elipse…
Y
finalmente, concluye con un capítulo íntegramente dedicado al experimento de la
doble rendija, donde coincido en que es, posiblemente, el mejor punto de
entrada a la mecánica cuántica y a la demostración experimental de que el mundo
es mucho más sorprendente de lo que a nuestra escala percibimos.
Fig. 1 Imagen del experimento de la doble rendija descrito por Feynman en el último capítulo de "Seis piezas fáciles". En esta imagen se representa la densidad de electrones (en blanco) desde la doble rendija (izquierda) hasta la pantalla de detección (derecha). Cada punto corresponde al impacto de un electrón en la pantalla de detección. La curva a la derecha de la figura indica la densidad de impacto de los electrones en la pantalla de detección. Más detalles en "Fentes de Young : trajectoires d'électrons", 2001, hal-00656118. Este archivo ha sido creado por Alexandre Gondran y tiene la licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Double-slit_experiment_with_electrons.png
Seis
piezas amenas y profundas a la vez con las que El Profesor nos deleita. Como él
decía, lo entiendes sólo si de verdad eres capaz de explicarlo.
Claramente
su curiosidad innata modeló su personalidad y me puedo imaginar lo agotador que
debió ser de pequeño, preguntando a diestro y siniestro por todas las cosas
maravillosas que veía suceder a su alrededor. Tengo dos hijos curiosos con los
que ya he pasado la etapa de los cinco años, así que empatizo enormemente con
la madre de Feynman.
Esa
capacidad de asombro no parecía tener límites ni ser exclusiva de la física. Le
sorprendía por qué crecen los árboles, cómo funciona el fuego, por qué se
contrae un músculo, cómo funcionan las radios, etc. Literalmente, cualquier
cosa donde se posaran sus ojos. Algo maravilloso en él es que nunca superó esa
fase de los ¿por qués? Siguió cuestionándose el mundo que le rodeaba siendo muy
exigente con conseguir una explicación que, literalmente, agotase todas las dudas
hasta su última esencia.
Tal vez
ese aspecto fue el que le convirtió en tan buen profesor. Habiendo mirado desde
todos los ángulos posibles el problema al que se enfrentaba, quedaban pocas
dudas que alguien le pudiera plantear y él no hubiera analizado ya la
respuesta.
Esa
cadena de causas y efectos que iba descubriendo en cada pregunta te lleva a
conclusiones tan maravillosas como que el fuego quemando madera es oxígeno
haciendo parejitas con el carbono o que el material de las hojas de los árboles,
en realidad, está hecho del aire que respiramos. Para el no versado, parece que
te están diciendo qué en qué se parecen una vaca y un triángulo…
Pero es
que luego Feynman se molesta en explicártelo y en hacerlo con toda la
simplicidad posible para que pueda entenderlo un niño de cinco años. Bueno, tal
vez un niño de cinco años no lo entendería todo, pero tú sí sientes que te lo
han explicado tan sencillo como era humanamente posible. “Seis piezas fáciles
de la física”, es exactamente eso: piezas fáciles orientadas a un público
amplio. Pero este esfuerzo lo hace incluso con los temas más complicados y para
ello merece la pena leer la transcripción de sus conferencias en
“Electrodinámica cuántica: la extraña teoría de la luz y la materia” [2].
Fue un
regalo para muchos estudiantes tener un profesor como él. En mi opinión, sentó
cátedra y las generaciones posteriores se han beneficiado de muchos profesores
que, como él, se esfuerzan en intentar hacer divertido y ameno su asombro y
curiosidad por el mundo. Desgraciadamente, los que pretenden complicar la jerga
y hacer elitista el círculo de los que sólo pueden entender lo complicado
también seguirán existiendo, puesto que tampoco tiene pinta de que vayamos a
resolver rápidamente las inseguridades y la falta de autoestima del ser humano.
No obstante, cada vez más vivimos en un mundo en el que necesitas los likes de
otros, no sólo para ser popular sino, eventualmente, hasta para conseguir
financiación. Otro ejemplo de malos motivos con los que se consiguen buenos resultados…
Muchas
veces me he preguntado quién despertó mi vocación científica, pues no he tenido
a familiares o amigos científicos hasta estar yo ahí metida y con el agua al
cuello. Y, desde el cariño, puedo decir que mis profesores de ciencia no podían
parecerse menos a Feynman…
Soy
consciente de dos eventos que claramente me marcaron y ambos comparten un
origen muy visual. Uno de ellos fue el poder hacerme con las revistas de “Muy
Interesante”. Recuerdo leer ávidamente los reportajes describiendo de lo más
grande a lo más pequeño. Su estilo sensacionalista contrastaba con la sobriedad
de los temas, pero creo que tuvo el efecto esperado en mi mente infantil. La
fotografía, muy cuidada y desbordante en cada reportaje, claramente me marcó
profundamente siendo aún bastante pequeña.
Y de
forma similar ocurrió después con las imágenes que nos abrieron una nueva
ventana al universo: el telescopio espacial Hubble. De repente la noche oscura
se convirtió en una explosión de colores mágicos que nos descubrió un universo
espectacular. Para mí, claramente hubo un antes y un después y seguro que mucha
gente descubrió su vocación científica o, tal vez, artística gracias a estas
imágenes.
Y aunque
estos hechos aislados puede que me influyeran, siento que fue mi familia
cercana y mis primeros años en un colegio de lo más original para la época los
que realmente me han construido como científica. Y es que puedes memorizar
todos los libros de ciencia de la biblioteca, pero la realidad es que uno sólo
es un buen científico cuando aprende a pensar por sí mismo: formular hipótesis,
probarlas, evaluar los resultados y volver a empezar. Para ello son importantes
varias cosas que no siempre se fomentan:
Liberarse de los prejuicios. Hay que ser libre, no
sentirse presionado o influenciado. Los prejuicios son terribles a todos los
niveles y en ciencia los hay tanto como en cualquier otra actividad humana.
Relacionado con lo anterior, creo que no hay que
tener miedo. El mundo puede no ser lo que te esperas, pero eso no es malo. Y no
saber la respuesta a las cosas es una oportunidad, no hay que verlo como una
fuente de miedo.
Confiar en uno mismo. Esto no quiere decir minimizar
el esfuerzo, está claro que lo que nos queda por delante por descubrir es
difícil y requiere mucho trabajo, pero lo descubierto en el pasado también lo
hicieron seres humanos, con sus talentos y sus defectos. A veces se nos olvida
porque les endiosamos.
Escuchar, prestar atención, revisar los datos o la
información de la que dispones de forma objetiva. Aprender realmente lo que los
experimentos te están diciendo. Es sorprendente la cantidad de gente en este
mundo que no escucha y no aprende de lo que le rodea, aunque los datos se lo
griten a voces… Cabe mencionar que esto sucede aún más cuando la gente tiene
que aprender algo sobre sí misma…
El caso
es que tiendo a imaginar que los padres de Feynman le educaron en principios
muy similares y que eso le ayudó a mirar al mundo desde la libertad del que
sólo quiere entenderlo y divertirse haciéndolo. Cabe mencionar que ya podían
haber hecho lo mismo con su hermana y no haberse dejado llevar por el machismo
reinante en la época… Nadie es perfecto.
Para no
crear ideas falsas, falta añadir otro principio fundamental para poder ser un
buen científico y es trabajar como una bestia. No creo que haya secretos al
respecto y desde luego Feynman siempre lo reconocía [3].
Pienso
que mis padres y mi primer colegio también tendieron a potenciar estos
principios y que eso me ha ayudado mucho en la vida y, al menos, me ha hecho
disfrutar mucho de lo que hago.
Así que
intento seguir la misma lógica en la educación de mis hijos y de todos aquellos
churumbeles a los que acabas extendiendo tu influencia. A veces las
conversaciones de los padres en el parque van más allá de los piojos, los
deberes y el cansancio vital y escuchas las opiniones de unos y otros sobre
cómo debe ser la educación. Yo pongo mi granito de arena. Y es que lo
importante cuando te aproximas a gente joven no es tanto intentar explicarles
conceptos físicos o demostrarles lo apasionante que pueda ser la física de
partículas, que lo es. Al final, el campo de investigación que elijan
seguramente dependerá de los gustos y preferencias, o así debería ser, que
ellos decidan libremente. Lo importante para mí es que aprendan a aprender.
Unos niños salen más curiosos de forma natural y a otros hay que estimularles y
animarles a que lo sean. Que aprendan a mirar al mundo, a asombrarse y a querer
extraer toda la información posible para comprenderlo. Que hagan hipótesis, que
se equivoquen. Que construyan experimentos para ver si el resultado es el que
esperan. Que se diviertan. Y que, una vez que lo comprendan, efectivamente, que
nos hagan partícipes de ello y se hagan profesores.
Para
concluir, tras haber releído el libro de “Seis piezas fáciles” para escribir
este texto, sólo hay una cosa que me da rabia: que Feynman ya no está. El mundo
ha avanzado y le falta una séptima pieza a su libro para explicar lo que hemos
aprendido de la ciencia desde que se fue. Por ejemplo, en “Seis piezas fáciles”
no se había desarrollado aún la cromodinámica cuántica, descubierto las
oscilaciones de los neutrinos o el bosón de Higgs…. Lo que sabemos hoy de
física y, sobre todo, lo que no sabemos sobre materia oscura, energía oscura…
Me encantaría oírle hablar de ello. Afortunadamente cada vez tenemos un número
mayor de divulgadores excelentes que hacen una tarea maravillosa acercándonos a
todos la pasión por entender el mundo que nos rodea. Gracias por vuestro
excelente trabajo porque sois muy buenos.
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