sábado, 30 de marzo de 2024

Feynman, mi influencer preferido - Cristina Fernández Bedoya

Capítulo 16

Feynman, mi influencer preferido.
(Por Cristina Fernández Bedoya)






Richard Feynman podría ser mi influencer preferido. Leo sus libros, veo sus videos y le doy likes, corazones y retuiteo.

No siempre en la historia se tiene la oportunidad de poder escuchar y leer, comprendiéndole perfectamente porque el lenguaje es el mismo que el de la gente de tu época, a un personaje con tanto impacto en el mundo de la física. Y es que, aunque el material que tenemos suyo se acaba quedando corto, merece la pena disfrutarlo. No cabe duda de que ha debido despertar muchísimas vocaciones científicas.

La falta de pose, de solemnidad, las ganas de divertirse, la desbordante naturalidad, y espontaneidad invitan a pensar que Richard Feynman va a calar hondo a todo aquel que se aproxime a él. Su personalidad divertida le hizo muy cercano para mi generación y no existe ningún motivo para que no vaya a ser igual para generaciones venideras.

Y es que Feynman no sólo hizo grandes aportaciones al desarrollo de la electrodinámica cuántica, que son dignas de asombro, sino que, para mí, fue el primer gran divulgador de la ciencia.

Es una delicia empaparse del asombro con el que se enfrenta al mundo que le rodea y cómo busca y explica todos estos fenómenos de la naturaleza reduciéndolos a sus partes más básicas, más fundamentales.

Le he visto hacerlo en muchas ocasiones y, aunque su libro “Seis piezas fáciles de la física” no desmerece, no puedo evitar recomendar sus videos [1] porque en persona transmite aún mejor su entusiasmo. Es inigualable ver su cara de felicidad mientras va saltando de un fenómeno físico a otro, mascándolo, descomponiéndolo, reduciéndolo a su esencia más pura y. por ejemplo, contando con un brillo inigualable en sus ojos cómo el fuego en realidad es sólo energía del sol almacenada esperando a que la liberemos. Es el brillo en los ojos de quien se da cuenta de que acaba de entender un concepto de una manera totalmente nueva.

Como es obvio por el título, el libro se compone de seis capítulos. En el primero (átomos en movimiento) habla de termodinámica describiéndola en términos de los átomos que participan, haciendo que sea lógica y razonable, desde luego mucho menos mágica de lo que habitualmente suele resultar.

El capítulo de física básica habla de las partículas elementales (como se conocían en 1960). Es un capítulo muy bonito, aunque hay que avisar al lector lego de que incluso un genio como Feynman sigue haciendo que las palabras 'básica' y 'elemental' resulten irónicas cuando uno se acerca a estos temas.

En el tercer capítulo hace algo, para mí, inusual y casi soberbio. Intenta adentrarse en la “íntima” relación entre la física y el resto de las disciplinas. El hecho de que el capítulo acabe con alabanzas e incitación a beber vino confirma que claramente se le fue de las manos.

La conservación de la energía desde luego merece un capítulo en sí mismo y Feynman se recrea describiendo cómo la energía se intercambia en sus diversas formas. Igual que se recrea en la teoría gravitatoria y las leyes de Kepler, haciendo gala de su sentido del humor cuando acepta que los planetas se muevan empujados por ángeles invisibles, pero, al menos, que quede claro que empujan en la dirección radial y no en la dirección de la elipse…

Y finalmente, concluye con un capítulo íntegramente dedicado al experimento de la doble rendija, donde coincido en que es, posiblemente, el mejor punto de entrada a la mecánica cuántica y a la demostración experimental de que el mundo es mucho más sorprendente de lo que a nuestra escala percibimos.

Fig. 1 Imagen del experimento de la doble rendija descrito por Feynman en el último capítulo de "Seis piezas fáciles". En esta imagen se representa la densidad de electrones (en blanco) desde la doble rendija (izquierda) hasta la pantalla de detección (derecha). Cada punto corresponde al impacto de un electrón en la pantalla de detección. La curva a la derecha de la figura indica la densidad de impacto de los electrones en la pantalla de detección. Más detalles en "Fentes de Young : trajectoires d'électrons", 2001, hal-00656118. Este archivo ha sido creado por Alexandre Gondran y tiene la licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Double-slit_experiment_with_electrons.png


Seis piezas amenas y profundas a la vez con las que El Profesor nos deleita. Como él decía, lo entiendes sólo si de verdad eres capaz de explicarlo.

Claramente su curiosidad innata modeló su personalidad y me puedo imaginar lo agotador que debió ser de pequeño, preguntando a diestro y siniestro por todas las cosas maravillosas que veía suceder a su alrededor. Tengo dos hijos curiosos con los que ya he pasado la etapa de los cinco años, así que empatizo enormemente con la madre de Feynman.

Esa capacidad de asombro no parecía tener límites ni ser exclusiva de la física. Le sorprendía por qué crecen los árboles, cómo funciona el fuego, por qué se contrae un músculo, cómo funcionan las radios, etc. Literalmente, cualquier cosa donde se posaran sus ojos. Algo maravilloso en él es que nunca superó esa fase de los ¿por qués? Siguió cuestionándose el mundo que le rodeaba siendo muy exigente con conseguir una explicación que, literalmente, agotase todas las dudas hasta su última esencia.

Tal vez ese aspecto fue el que le convirtió en tan buen profesor. Habiendo mirado desde todos los ángulos posibles el problema al que se enfrentaba, quedaban pocas dudas que alguien le pudiera plantear y él no hubiera analizado ya la respuesta.

Esa cadena de causas y efectos que iba descubriendo en cada pregunta te lleva a conclusiones tan maravillosas como que el fuego quemando madera es oxígeno haciendo parejitas con el carbono o que el material de las hojas de los árboles, en realidad, está hecho del aire que respiramos. Para el no versado, parece que te están diciendo qué en qué se parecen una vaca y un triángulo…

Pero es que luego Feynman se molesta en explicártelo y en hacerlo con toda la simplicidad posible para que pueda entenderlo un niño de cinco años. Bueno, tal vez un niño de cinco años no lo entendería todo, pero tú sí sientes que te lo han explicado tan sencillo como era humanamente posible. “Seis piezas fáciles de la física”, es exactamente eso: piezas fáciles orientadas a un público amplio. Pero este esfuerzo lo hace incluso con los temas más complicados y para ello merece la pena leer la transcripción de sus conferencias en “Electrodinámica cuántica: la extraña teoría de la luz y la materia” [2].

Fue un regalo para muchos estudiantes tener un profesor como él. En mi opinión, sentó cátedra y las generaciones posteriores se han beneficiado de muchos profesores que, como él, se esfuerzan en intentar hacer divertido y ameno su asombro y curiosidad por el mundo. Desgraciadamente, los que pretenden complicar la jerga y hacer elitista el círculo de los que sólo pueden entender lo complicado también seguirán existiendo, puesto que tampoco tiene pinta de que vayamos a resolver rápidamente las inseguridades y la falta de autoestima del ser humano. No obstante, cada vez más vivimos en un mundo en el que necesitas los likes de otros, no sólo para ser popular sino, eventualmente, hasta para conseguir financiación. Otro ejemplo de malos motivos con los que se consiguen buenos resultados…

Muchas veces me he preguntado quién despertó mi vocación científica, pues no he tenido a familiares o amigos científicos hasta estar yo ahí metida y con el agua al cuello. Y, desde el cariño, puedo decir que mis profesores de ciencia no podían parecerse menos a Feynman…

Soy consciente de dos eventos que claramente me marcaron y ambos comparten un origen muy visual. Uno de ellos fue el poder hacerme con las revistas de “Muy Interesante”. Recuerdo leer ávidamente los reportajes describiendo de lo más grande a lo más pequeño. Su estilo sensacionalista contrastaba con la sobriedad de los temas, pero creo que tuvo el efecto esperado en mi mente infantil. La fotografía, muy cuidada y desbordante en cada reportaje, claramente me marcó profundamente siendo aún bastante pequeña.

Y de forma similar ocurrió después con las imágenes que nos abrieron una nueva ventana al universo: el telescopio espacial Hubble. De repente la noche oscura se convirtió en una explosión de colores mágicos que nos descubrió un universo espectacular. Para mí, claramente hubo un antes y un después y seguro que mucha gente descubrió su vocación científica o, tal vez, artística gracias a estas imágenes.

Y aunque estos hechos aislados puede que me influyeran, siento que fue mi familia cercana y mis primeros años en un colegio de lo más original para la época los que realmente me han construido como científica. Y es que puedes memorizar todos los libros de ciencia de la biblioteca, pero la realidad es que uno sólo es un buen científico cuando aprende a pensar por sí mismo: formular hipótesis, probarlas, evaluar los resultados y volver a empezar. Para ello son importantes varias cosas que no siempre se fomentan:

Liberarse de los prejuicios. Hay que ser libre, no sentirse presionado o influenciado. Los prejuicios son terribles a todos los niveles y en ciencia los hay tanto como en cualquier otra actividad humana.

Relacionado con lo anterior, creo que no hay que tener miedo. El mundo puede no ser lo que te esperas, pero eso no es malo. Y no saber la respuesta a las cosas es una oportunidad, no hay que verlo como una fuente de miedo.

Confiar en uno mismo. Esto no quiere decir minimizar el esfuerzo, está claro que lo que nos queda por delante por descubrir es difícil y requiere mucho trabajo, pero lo descubierto en el pasado también lo hicieron seres humanos, con sus talentos y sus defectos. A veces se nos olvida porque les endiosamos.

Escuchar, prestar atención, revisar los datos o la información de la que dispones de forma objetiva. Aprender realmente lo que los experimentos te están diciendo. Es sorprendente la cantidad de gente en este mundo que no escucha y no aprende de lo que le rodea, aunque los datos se lo griten a voces… Cabe mencionar que esto sucede aún más cuando la gente tiene que aprender algo sobre sí misma…

El caso es que tiendo a imaginar que los padres de Feynman le educaron en principios muy similares y que eso le ayudó a mirar al mundo desde la libertad del que sólo quiere entenderlo y divertirse haciéndolo. Cabe mencionar que ya podían haber hecho lo mismo con su hermana y no haberse dejado llevar por el machismo reinante en la época… Nadie es perfecto.

Para no crear ideas falsas, falta añadir otro principio fundamental para poder ser un buen científico y es trabajar como una bestia. No creo que haya secretos al respecto y desde luego Feynman siempre lo reconocía [3].

Pienso que mis padres y mi primer colegio también tendieron a potenciar estos principios y que eso me ha ayudado mucho en la vida y, al menos, me ha hecho disfrutar mucho de lo que hago.

Así que intento seguir la misma lógica en la educación de mis hijos y de todos aquellos churumbeles a los que acabas extendiendo tu influencia. A veces las conversaciones de los padres en el parque van más allá de los piojos, los deberes y el cansancio vital y escuchas las opiniones de unos y otros sobre cómo debe ser la educación. Yo pongo mi granito de arena. Y es que lo importante cuando te aproximas a gente joven no es tanto intentar explicarles conceptos físicos o demostrarles lo apasionante que pueda ser la física de partículas, que lo es. Al final, el campo de investigación que elijan seguramente dependerá de los gustos y preferencias, o así debería ser, que ellos decidan libremente. Lo importante para mí es que aprendan a aprender. Unos niños salen más curiosos de forma natural y a otros hay que estimularles y animarles a que lo sean. Que aprendan a mirar al mundo, a asombrarse y a querer extraer toda la información posible para comprenderlo. Que hagan hipótesis, que se equivoquen. Que construyan experimentos para ver si el resultado es el que esperan. Que se diviertan. Y que, una vez que lo comprendan, efectivamente, que nos hagan partícipes de ello y se hagan profesores.

Para concluir, tras haber releído el libro de “Seis piezas fáciles” para escribir este texto, sólo hay una cosa que me da rabia: que Feynman ya no está. El mundo ha avanzado y le falta una séptima pieza a su libro para explicar lo que hemos aprendido de la ciencia desde que se fue. Por ejemplo, en “Seis piezas fáciles” no se había desarrollado aún la cromodinámica cuántica, descubierto las oscilaciones de los neutrinos o el bosón de Higgs…. Lo que sabemos hoy de física y, sobre todo, lo que no sabemos sobre materia oscura, energía oscura… Me encantaría oírle hablar de ello. Afortunadamente cada vez tenemos un número mayor de divulgadores excelentes que hacen una tarea maravillosa acercándonos a todos la pasión por entender el mundo que nos rodea. Gracias por vuestro excelente trabajo porque sois muy buenos.




Referencias:
[1] Serie de la BBC “Fun to imagine”.  https://www.youtube.com/watch?v=nYg6jzotiAc .
[2] “QED: THE STRANGE THEORY OF LIGHT AND MATTER”, Richard P. Feynman. ISBN: 9780140125054.
[3] ¿Quién sea puede convertirse en científico? Richard Feynman. https://www.youtube.com/watch?v=FxaSX6rlV9o .



Cristina Fernández Bedoya.
Doctora en Ciencias Físicas.
Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT).
Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire (CERN).


Créditos Música:
233 2.39
White Petals by Keys of Moon | https://soundcloud.com/keysofmoon
Creative Commons / Attribution 4.0 International (CC BY 4.0) https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/


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