Nunca sabes dónde te vas a encontrar con los tres
volúmenes rojos de las Conferencias Feynman de Física1. Hace unos
días (hoy es 23 de abril de 2024) me topé con ellos en la página 93 de una
versión preliminar de la obra de Shohini Ghose titulada Su espacio, su
tiempo (Paidós, 2024), donde la autora describe el momento en que ella y su
pareja terminaron sus respectivos doctorados y se casaron. Quien dirigió ambas
tesis les preguntó qué regalo querría cada uno de ellos para celebrar el acontecimiento.
Ella respondió “una copia con una encuadernación bonita de las Conferencias
Feynman de Física para mi novio, sin saber que él había pedido lo mismo
para mí”. La autora no aclara si en la actualidad tienen dos, una o ninguna
copia de la obra, pero, en cualquier caso, hay maneras de hacerse con una,
tanto en papel por un precio que oscila entre los 100 y los 200 dólares en
diversas librerías, como en versión digital incluso gratis. Las grabaciones de
las conferencias reales también están “ahí”, y recomiendo escuchar siquiera un
corte breve de ellas a quien nunca haya oído esa voz o quizá incluso a quien sí
la haya oído. El tono suena algo más grave de como lo recuerdo, pero el acento
y sus peculiaridades siguen estando.
Yo llegué a Caltech para cursar el semestre de otoño
de 1964 (cuando solo se admitían mujeres como estudiantes de posgrado “en
circunstancias excepcionales” y en ningún caso como estudiantes de grado), solo
un año tarde para haber oído en directo el segundo curso de las primeras
conferencias, de las que se dice a menudo que atrajeron cada vez más y más
estudiantes de posgrado, posdoctorales y docentes a medida que fue avanzando la
serie, aunque, como es natural, estaban pensadas para impartir los dos primeros
cursos de física elemental para los estudios de licenciatura. Aunque también se
ha dicho que, en el fondo, Caltech perdió uno o dos años de estudiantes de
física por el experimento de tener a Richard Feynman como instructor de hecho y
de derecho del curso. Y también se ha dicho que todos los alumnos se llevaron
algo del curso, aunque muy pocos se quedaron con todo. Tal vez ambas cosas sean
ciertas. Y hasta bien entradas las décadas de 1970 y 1980 muchos de los
estudiantes de Caltech que oímos aquellas conferencias y nos convertimos en
docentes recomendamos esta obra a estudiantes de posgrado que preparaban
distintos tipos de exámenes eliminatorios.
¿Me han servido a mí personalmente esos volúmenes
para algo en tiempos recientes? La verdad es que no, aunque hace poco consulté
una versión preliminar de lo que más tarde se convertiría en su texto sobre
gravitación para ver qué había dicho él sobre la realidad o tal vez sobre la
capacidad de las ondas gravitatorias o la radiación para transportar energía.
Lo cierto es que el enfoque en esas anotaciones se centra en los gravitones,
aunque en general se atribuyen a Feynman las demostraciones definitivas (o una
de ellas) de que las ondas existen y pueden transportar energía fuera de
sistemas ligados gravitatoriamente. Sin embargo, el ejemplo que se suele
presentar es uno en el que también hay fuerzas no gravitatorias para mantener
las cosas unidas, y las polémicas más enardecidas siempre eran sobre casos en
los que solo intervenían fuerzas gravitatorias. Citar a Einstein aquí no es
relevante ya que lo que escribió a Karl Schwarzschild en 1916 fue que no habría
ondas análogas a las electromagnéticas, es decir, nada de ondas dipolares, lo
cual es estrictamente cierto.
Fig. 1 De izquierda a derecha, Gweneth Feynman, Richard Feynman, su hermana Joan Feynman y Virginia Trimble en la fiesta de otoño de Caltech celebrada unos días después del comunicado del Premio Nobel de Feynman (1965).
¿Cómo era oír una de aquellas conferencias de
Feynman? Conservo varios recuerdos concretos. El primero de ellos fue justo
después del anuncio de su Premio Nobel de 1965, cuando los alumnos de posgrado
(tanto de astronomía, entre quienes me contaba yo, como de física) le pedimos
una conferencia en exclusiva para nosotros. Él tuvo la amabilidad de aceptar y
nos habló sobre «la teoría absorbente de radiación», un tema que había abordado
como estudiante de posgrado con John Archibald Wheeler. La idea es que las
ecuaciones de onda de electricidad y magnetismo de Maxwell tienen simetría
temporal, pero siempre vemos que la radiación va por detrás en el tiempo. ¿Qué
ocurre con los potenciales adelantados? Bueno, supongamos que hay un absorbente
perfecto en algún lugar lejano que nos devuelve sus potenciales adelantados.
Estos se cancelan y, por tanto, solo observamos los potenciales retardados.
Hace mucho tiempo, también algunos defensores de la teoría cosmológica del
estado estacionario sostuvieron que solo su universo tenía un absorbente futuro
perfecto. Tal vez sea así.
Fig. 2 James Gunn y Virginia Trimble en 1972 durante una de las primeras reuniones de la High Energy Astrophysics Division (HEAD) de la American Astronomical Society, en Pasadena, un encuentro al que también asistió Richard Feynman (cesión de Trey Wenger).
La segunda vez ocurrió cuando dio dos conferencias
aquí, en la Universidad de California, Irvine (UCI), por invitación mía. La
primera, dentro de un simposio conmemorativo celebrado en 1978 en honor de John
R. Pellam (profesor y fundador de la UCI que había llegado aquí desde Caltech y
había fallecido de ELA en julio de 1977). Por entonces yo era la incorporación
más reciente del cuerpo de docentes, y el director del Departamento (Richard
Wallis) así como el decano de la Facultad de Ciencias Físicas (Fred Reines) me
encomendaron la organización de un programa científico y algo de comer sin
gastar más de XYZ dólares (cualquier cantidad monetaria de la década de 1970
suena ridícula en la actualidad). Decidí tirar de mis contactos y preguntarle a
Richard Feynman si él se animaría a hablar. ¿Te refieres a que haga un panegírico inicial?, me preguntó con cierta acritud. “No, no,” respondí, “queremos que
hables sobre lo que te parezca interesante de la física actual”. En efecto,
vino y, como solía ocurrir con las conferencias de Feynman, todos salimos de
ella sintiéndonos enormemente inspirados, pero incapaces en realidad de
resolver cálculos que no supiéramos hacer con anterioridad. Por cierto, yo
siempre lo llamé Richard, igual que su tercera esposa, Gweneth, y mi marido.
Fig. 3 Fotografía tomada durante el acto en memoria de Pellam que menciono en mi texto (1978). Virginia Trimble aparece de espaldas mientras Richard Feynman le habla a gritos.
La segunda conferencia que impartió Richard en la
UCI a instancias mías fue en la primavera de 1987, el año anterior a su
fallecimiento, cuando me encargué de la serie de coloquios de mi Departamento.
Asistió Willy Fowler ¡y fue un invitado fabuloso! Aceptó que fuera a buscarlo a
Pasadena, disfrutó de buen grado de un almuerzo en el condado de Orange, dio
una conferencia estupenda (recién galardonado con el Premio Nobel), se rio
mucho cuando una alumna de grado le trajo un Martini seco mientras apagaba su última
diapositiva. Feynman no fue un invitado fabuloso. Rechazó que lo trajeran y la
invitación a comer; insistió en venir en el coche con uno de sus estudiantes de
Caltech de entonces, rechazó sugerencias relacionadas con el viaje, y creyó a
un teórico de partículas de la UCI sobre el tiempo necesario para cubrir el
trayecto hacia el sur. Eran y siguen siendo 55 millas (unos 90 km) que se hacen
en 45 minutos con una suerte increíble o echándole mucha imaginación, pero yo
solía tardar más bien 60, y siempre contaba con 90 para ir con margen. De modo
que llegó tarde, cansado, malhumorado, maldiciendo un mapa engañoso en el que
parecía posible hacer cierto giro en lugar de dar una vuelta, maldijo también
la barra de control naranja del retroproyector (¡Dichosa barra naranja! Igual que el condenado mapa). No quiso comer ni beber después de la charla, rechazó sus honorarios
(diciendo que se donaran a alguna organización benéfica local, lo cual no fue
nada fácil de ejecutar); y así con todo. Y el resto de la gente también se
enojó conmigo porque el personal de oficina de la UCI insistió en anunciarlo
con su nombre en el cartel del coloquio en lugar de usar el seudónimo
solicitado2: «Dick O’Fey». Así que el auditorio se llenó con
asistentes de todo el campus mucho antes de la hora del comienzo, y eso impidió
entrar a la mayoría del profesorado de la UCI, así como a nuestros estudiantes
de posgrado, que era el público al que iba destinada la charla. Después de
aquello volví a recuperar más o menos la amistad con él, pero…
La última vez, al menos aquí, volvió a dar algunas
conferencias de Caltech destinadas sobre todo a estudiantes de grado bajo el
lema “Pregunta lo que quieras”. Yo tuve
el privilegio de ser su “astrónoma de apoyo” en varias de ellas. Sin duda habrá
oído usted decir (y creo que con razón) que Richard siempre quería razonar,
resolver, calcular las cosas por sí mismo, con sus propios métodos, en lugar de
probar a seguir los de otras personas. Pero no desestimaba datos reales
procedentes de observaciones o experimentos. De hecho, muchos de sus logros
dentro de la física a lo largo de su cortísima vida se debieron a que prestó
gran atención a los detalles de esos datos y a los números situados tras la
marca decimal, y mantuvo hasta el final la capacidad para inspirar y para ver
las cosas de manera diferente, y probablemente con más claridad, que el resto
de sus colegas.
¡Ah! Tal vez alguien se pregunte cómo me las arreglé
para participar en acontecimientos de tan alto nivel. Quien haya leído ¿Está
usted de broma, señor Feynman? tal vez recuerde una estudiante de posgrado
que posó desnuda para él cuando se propuso aprender a dibujar (entre 1965 y
1966). Yo era aquella estudiante de posgrado, y Gweneth solía traernos zumo de
naranja y galletas para la pausa de media tarde.
Fig. 4 Sensacional retrato de la astrónoma Virginia Trimble, obra de Richard Feynman, 1965. La escueta firma es DICK ’65, y el título, «Astrónoma».
La siguiente muchacha que
conocí y que quise que posara para mí fue una estudiante de Caltech. Le
pregunté si se animaría a posar desnuda. “Claro,” respondió, ¡y eso
hicimos! Así que fue fácil. Sospecho que
tenía tantas cosas en la cabeza que me parecía un tanto incorrecto preguntar
algo así. (Pasaje de ¿Está
usted de broma, señor Feynman?)
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